Bicicleta y pandemia

Escrito por JORGE HUMBERTO FLORES ROMERO, Facultad de Arquitectura, UMSNH
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Fotografía de Nacho Santana, en Pexels, tomada de https://www.pexels.com/es-es/foto/ciudad-carretera-calle-vehiculo-4047018/

El filósofo y activista político Paul B. Preciado en su artículo “Aprendiendo del virus”, nos permite entender nuestra condición de encierro y aislamiento social producto de la pandemia, como una oportunidad de aprendizaje global con miras a nuestra condición post-pandemia y a la manera en que debemos de mutar nuestras maneras de vivir el planeta. Como sociedades nuestra forma de habitar el planeta se encuentra principalmente en las ciudades, entonces nos preguntamos: ¿Cómo ha afectado la pandemia a la movilidad en las ciudades del mundo? ¿Cómo estas estrategias nos permiten repensar nuestros sistemas de movilidad en las ciudades?, centrándonos principalmente en la bicicleta y su manera resiliente de estar conectado ante la pandemia.

El planeta trabaja para detener la pandemia: más de cuatro mil millones de gente están bajo encierro parcial o total, disminuyendo la movilidad de sus habitantes, implementando estrategias de distanciamiento social y previniendo concentraciones, entre otras acciones. Dichas medidas están resultando esenciales para prevenir la propagación del virus y representan retos importantes para la movilidad en las ciudades. Los datos indican que mucha gente en las principales ciudades del mundo está volteando a la bicicleta como una forma eficiente y confiable de movilidad para llenar este vacío actual en los desplazamientos. Muchas organizaciones ciclistas internacionales han visto una oleada en el tráfico ciclista incluyendo ciudades como Berlín, Londres, Filadelfia, Bogotá, Santiago de Chile, Buenos Aires entre otras, teniendo aumentos importantes en el flujo de ciclistas.

Los tomadores de decisiones en movilidad están repensando antiguos modelos y visualizando a la pandemia como una única oportunidad para incorporar a la bicicleta como parte integral de los sistemas de transporte urbano, no como una condición accesoria, las ciudades necesitan una movilidad más resiliente e igualitaria, no sólo para soportar los trances actuales, sino preparándose para las crisis del futuro. Según datos de World Resources institute, en la ciudad de Nueva York, el sistema de bicicleta compartida reportó una demanda del 67% a principios de marzo, con relación al año anterior; Filadelfia incrementó en un 470% el tráfico de sus ciclovías. Las tiendas de bicicletas en Berlín y Nueva York están viéndose rebasadas ante la gran demanda, lo anterior plantea la necesidad de nueva infraestructura como una respuesta al incremento de ciclistas producida por la pandemia. Así han surgido a lo largo de las principales ciudades del planeta ciclovías temporales, un gran crecimiento de ciclovías y banquetas pop-up, que seguramente se incorporará a la infraestructura ciclista y peatonal permanente de las ciudades después de la pandemia, estimulando por ende a la industria ciclista y a la industria e-bike.

Uno de los mejores ejemplos de infraestructura ciclista en el mundo es la ciudad de Bogotá, en Colombia, enfrentando serios retos y tomando riesgos en la implementación de acciones inmediatas durante estos tiempos inciertos, tomando decisiones sin tener la información o los modelos perfectos, bajo la premisa de que se necesita comprender las fases durante el proceso de diseño, el actuar, el mejorar, el optimizar y el recalibrar las acciones urbanas, pero nunca permanecer quieto.

Al reducirse en un 85% la demanda en Transmilenio (transporte BRT) por el distanciamiento social, la estrategia de respuesta fue expandir la infraestructura actual de 550 km de ciclovías permanentes, adicionando 35 km inicialmente y posteriormente 45 km de ciclovías temporales emergentes, que fueron diseñadas a través de un proceso de ensayo y error y complementándose con un proyecto piloto que puso a la disposición de trabajadores esenciales de salud 400 bicicletas eléctricas, para permitir su movilidad cumpliendo los estándares de salud.

La Ciudad de México con su experiencia en eventos telúricos, tiene muy claro que la mejor opción de movilidad resiliente fue la bicicleta. Sin duda alguna las experiencias post-sísmicas de 1985 y del 2017, nos enseñaron que la movilidad peatonal no es la mejor manera de desplazarse en un área devastada por un desastre, las personas tenían la urgencia de llegar a algún lado, a pesar de que los sistemas de transporte público y privado estaban colapsados, la bicicleta surge como la opción más segura, rápida y eficiente, por lo que la Secretaría de Movilidad de la Ciudad de México ha apostado por planes para 129 km de infraestructura ciclista temporal o pop-up, a fin de aligerar el riesgo sanitario para la población por el uso de transporte público y para facilitar la movilidad en la megalópolis de más 21 millones de habitantes.

Estas reflexiones que nos deja la pandemia son una gran oportunidad para definir estrategias de movilidad que reconfiguren y mejoren las condiciones ambientales, sociales, económicas y políticas de las ciudades a largo plazo. El repensar nuestros sistemas de movilidad deberá de priorizar modos sostenibles y saludables de transportarnos, reduciendo la ocupación en el transporte público, promoviendo la movilidad compartida sin comprometer la sostenibilidad, planteando una redistribución del espacio público con más aceras y ciclovías, así como fortaleciendo la red resiliente y haciéndola más flexible, para mantener la ciudad funcionando durante emergencias y desastres. Sólo así podremos alcanzar una ciudad más democrática, con más ciclistas, con población más saludable, calles más seguras, aire limpio y mejor conectividad.

*Este artículo se publicó originalmente en La Voz de Michoacán, el 5 de junio de 2020.


 

JORGE HUMBERTO FLORES ROMERO

Faculta de Arquitectura

Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

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