Fotografía de Zdeněk Macháček en Unsplash. Tomada de https://unsplash.com/photos/eBu_C_UZgw4
Mucho hemos oído, leído, reído y llorado en estos días, procurando no caer en la desesperanza por la aparición del COV19, la enfermedad ocasionada por el virus SARS-CoV-2. Quizás ya sabemos mucho del tema, quizás algunos aún creen en teorías conspiratorias (“lo hicieron los chinos en un laboratorio para dominar al mundo”, por mencionar una de las que se me han atravesado), quizás ya nos hartó el tema o preferimos, en cambio, aprender más y así alimentar la esperanza de que esto es duro, con todo el dolor que lleva, pero pasará.
Cuando suceden este tipo de cosas –aunque ésta, por su magnitud, ha trastocado nuestras vidas como ninguna otra–, cada quien recurre a sus conocimientos y herramientas emocionales para darle sentido a las circunstancias. Como bióloga, yo recurro a la Biología; en la universidad investigo sistemática de plantas, del género Salvia en particular. Aunque Salvia no entra evidentemente en la ecuación del COVID-19, la sistemática sí me permite entender un poco lo que está pasando.
La sistemática es la ciencia que estudia la diversidad y relaciones evolutivas de los organismos, a través de filogenias: diagramas de relaciones de ancestros y descendientes a distintos niveles taxonómicos (genes, individuos, poblaciones, especies, géneros, familias, etcétera). Y resulta que con la pandemia estamos hablando de tres mamíferos y un virus, enmarcados en filogenias, desde la filogenia de los mamíferos, hasta la de murciélagos, los pangolines y los virus.
Me permito ahora hacer un breve recordatorio de todos los involucrados en la ecuación de la pandemia que nos agobia. Tres organismos pertenecientes a la clase Mammalia en tres de sus órdenes –Primates (humanos), Chiroptera (murciélagos) y Pholidota (pangolines)– y un virus. Los humanos pertenecemos a la especie Homo sapiens, que se originó aproximadamente hace 351,000 años en África, relacionados evolutivamente y similares a orangutanes, chimpancés, bonobos y gorilas. Los murciélagos son el segundo grupo de mamíferos más diverso (después de los roedores), con 925 especies; son de los animales más sociables pues viven en grandes grupos y desempeñan un papel sumamente importante en los ecosistemas. Los pangolines habitan en regiones tropicales de África y Asia, cubiertos de escamas (pelos aglutinados) sobrelapadas, carecen de dientes y con la lengua más larga que el mismo animal; sólo hay ocho especies en su género, es un grupo de animales muy cazado por sus escamas.
Filogenéticamente hablando, los tres estamos en el clado (grupo que incluye al ancestro y todos sus descendientes) de los mamíferos placentarios: los humanos más cercanamente emparentados del resto de los primates, seguido de roedores; y luego dos grandes clados donde se encuentran los murciélagos, caballos, perros y ballenas, y un último clado con elefantes, armadillos, perezosos y más lejos los pangolines, grosso modo. Es decir, los humanos, murciélagos y pangolines estamos relacionados evolutivamente, más cerca o más lejos, pero finalmente relacionados. El parentesco evolutivo implica muchas cosas, como similitudes en anatomía, desarrollo, tejidos, ADN, susceptibilidad a enfermedades, entre muchas otras.
El último elemento de la ecuación de la pandemia es un virus. SARS-CoV-2 se clasifica en la familia Coronaviridae, subfamilia Orthocoronavirinae y género Betacoronavirus. En este mismo género se encuentran también SARS-CoV y MERS-CoV, el primero ocasionó la epidemia SARS (del inglés síndrome agudo respiratorio severo) en China en 2002 y 2003, y el segundo la epidemia MERS (del inglés síndrome respiratorio del Medio Oriente) en Arabia Saudita y países vecinos, en 2012 y 2013. Las tres enfermedades tienen un origen zoonotico, es decir, son virus que se encontraban en otras especies (a las que probablemente no les hacen tanto daño) y por alguna razón cruzaron la barrera de especies y empezaron a infectar humanos. Esto ha pasado con otros virus como el H1N1, VIH y el Ébola (de otras familias de virus).
En el caso de los tres coronavirus (SARS-CoV, MERS-CoV y SARS-CoV-2) hay virus muy parecidos en murciélagos con hospederos intermediarios (en los que se alberga el virus antes de llegar al humano), en SARS por civetas (carnívoros de apariencia gatuna de África, S Europa y Asia) y en MERS por camellos. Para COVID19, se continúan haciendo investigaciones para determinar la similitud con coronavirus de murciélagos, qué especie de murciélagos, con pangolines y en general con animales del mercado húmedo de Wuhan, China. El campo de la virología (estudio de virus) se vuelve cada vez más importante para las personas, por cómo nos pueden afectar los virus y tratar de prever, conocer y quizás tratar próximas emergencias; no solo por las enfermedades que nos atañen, sino también por cultivos y animales domésticos. Antes de 2003 se conocían 10 coronavirus; después de la epidemia de SARS se estudiaron otros 16, que afectan a murciélagos, caballos, leopardos, belugas y aves.
El campo de la filogenética es entonces una ciencia básica que ayuda a comprender cómo evolucionan los genes, genomas y especies; con ella aprendemos cómo las secuencias llegaron a ser como son ahora, que ayudan a su vez a predecir, en este caso, de dónde podrían venir virus futuros que contagien a los humanos y quizás causen otra enfermedad. Conocer nuestra filogenia y la de nuestros parientes, así como las de los patógenos, nos ayudaría a estar preparados. La filogenia ayuda a hacer mejores clasificaciones de la biodiversidad; y en conservación, para informar a los tomadores de decisiones sobre zonas o especies que se deben conservar. Se utiliza también en estudios forenses, para determinar quién es el padre del niño y para identificar el origen de patógenos. Por ejemplo, con una red filogenética rastrearon el caso de un mexicano enfermo de COVID19 que lo contrajo en un viaje a Italia, que a su vez deriva de una infección documentada de un alemán enfermo, que a su vez lo contrajo de un colega chino que visitó a sus padres de Wuhan en Shangai.
En este mundo no hay ni buenos, ni malos, habitamos el mismo planeta e interactuamos unos con otros; si bien es cierto que la destrucción de los ecosistemas, la caza ilegal o la extracción de la fauna silvestre hacen que cada vez más especies probablemente enfermas (como los pangolines que son escandalosamente cazados, mermando en sus poblaciones y por ende en su salud) interactúen con nosotros, con el riesgo de contraer alguna enfermedad.
Todos los seres de este planeta tenemos interacciones evolutivas y ecológicas, en mayor o menor medida; por ello resulta muy importante hacer conciencia de que somos susceptibles a lo que le suceda al vecino. Por nuestra parte, como seres con raciocinio (Homo sapiens significa literalmente hombre sabio o inteligente), somos los que en la ecuación podemos actuar, y vale la pena rogar que ese actuar sea, como especie, por el bien común, no individual. Porque en este mundo, como se ha puesto ahora de manifiesto, el beneficio individual es efímero: el único beneficio duradero es el común.
Para más información puedes consultar:
http://vertlife.org/data/mammals/
SABINA IRENE LARA CABRERA
Laboratorio de Sistemática Molecular
Facultad de Biología, UMSNH
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