Algunas reflexiones filosóficas a propósito de la crisis generada por la pandemia del covid-19.

Escrito por EDUARDO GONZÁLEZ DI PIERRO. Instituto de Investigaciones Filosóficas “Luis Villoro”, UMSNH
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Red heart shaped ornament on glass. Fotografía de JR Korpa en Unsplash, tomada de: https://unsplash.com/photos/eLn-TD_6rvw

La vida humana, entendida en sentido amplio, se ha puesto en cuestión en el siglo XXI por el surgimiento del COVID-19, la enfermedad que provoca el coronavirus SARS-COV2, declarada como pandemia por la Organización Mundial de la Salud. La rápida expansión de la enfermedad que ha producido más de 150 mil muertos de un total de más de 2 millones de contagiados (al 16 de abril de 2020), ha generado múltiples reacciones en diferentes registros y niveles, desde el sanitario, pasando por el económico, político, cultural. Nos interesa aquí abordar este fenómeno, hasta cierto punto inédito, desde una perspectiva filosófica, poniendo cierto énfasis en las implicaciones éticas y antropológicas suscitadas por esta crisis sanitaria.

            En primer lugar, el fenómeno, extendido a prácticamente todo el planeta, nos plantea el surgimiento de un sentimiento que, desde el último tercio del siglo XX, parecía haber desaparecido en una suerte de “amnesia cultural”, a saber, el sentimiento de indigencia, de vulnerabilidad como seres humanos, independientemente de condiciones sociales o zonas geográficas. Esto, dentro de la dimensión trágica del fenómeno mismo, tiene una faceta de positividad: nos abre a la pregunta por nuestra condición de menesterosidad, de limitación, lo que, al mismo tiempo, ha logrado disminuir también la soberbia humana que había crecido de manera monstruosa a partir de los años 60 del siglo pasado, soberbia que se evidenciaba por ejemplo en el plano científico, donde los logros tecno-científicos generaban en la comunidad científica –evidentemente no toda pero sí buena parte de ella– una sensación ilusoria de omnipotencia y de desprecio por todo lo que estuviera fuera del radio de los alcances logrados a través de las ciencias.

El innegable avance y logros de la medicina en los últimos cincuenta años es algo per se loable; el problema es que este avance no ha ido aparejado de su equivalente ético, y la propia bioética, fundada hace exactamente 50 años, ve frente a sí un reto impresionante, como por ejemplo, el de la opitimización de los recursos ante una crisis sanitaria que, en los escenarios más graves donde se ha presentado, hay que establecer criterios de salvación ante la escasez de insumos donde habría que decidir quién vive y quién no, en ese extremo. Ahí, toda la ciencia y las demás disciplinas –la economía, el derecho– son prácticamente impotentes. Como lo señala Leonardo Boff, el gran exponente de la Teología de la Liberación, “el coronavirus despierta en nosotros lo humano”, que es el título de una reciente contribución suya al respecto.

            Es el momento de pensar en una solidaridad mundial, que socave el egoísmo producido por el capitalismo salvaje que se fue hipernutriendo después de las dos guerras mundiales, y que llegó a su expresión máxima como “capitalismo informático”, quizá aún más pernicioso que el “industrial” y el “financiero” como fases precedentes. La humanidad contemporánea que creía dominarlo todo, controlarlo todo, se ve súbitamente inerme ante un virus que no es, ni con mucho, el primero con características similares; baste remitirnos a la llamada “gripa española” de 1918 que mató entre 20 y 50 millones de personas o las más recientes epidemias de SARS, Influenza AH1N1 y otras más restringidas geográficamente pero muy letales como el Ébola, que por cierto sigue en los países africanos sin que nadie diga mucho al respecto.

            Lo anterior nos lleva también al manejo que se ha dado de la pandemia a nivel de la información. La hiperinformación a la que nos vemos sometidos, al igual que el dominio, uso y abuso de las llamadas redes sociales, ha producido un fenómeno que podemos resumir con el título de una entrevista realizada al gran filósofo contemporáneo, Jürgen Habermas, publicada originalmente en alemán, llamada “Nunca habíamos sabido tanto acerca de nuestra ignorancia”, precisamente refiriéndose al constante bombardeo de los medios y redes sociales que, incluso en aquellos más prudentes y no sensacionalistas, produce inseguridades existenciales, miedo, y en los casos más extremos, pánico tanto individual como colectivo.

            Debemos reconocer que esta emergencia nos desnuda en nuestra precariedad humana y pone en cuestión todos nuestros paradigmas, criterios, valores, formas de vida y prioridades. Reconociendo que, como se ha dicho, el fenómeno es complejo y ha generado acciones sin precedentes, principalmente el aislamiento social, también es verdad que parece ser que muchos de los gobiernos del mundo parecen no estar a la altura de este evento; no nos referimos sólo a la capacidad de respuesta, o la manera de disponer los recursos para los gobernados que estén en situación crítica, o al propio sistema sanitario producto de las políticas implementadas, sino la sensibilidad para tratar de entender con la mayor profundidad posible este fenómeno y tener la visión de posibles escenarios futuros, para estar mucho mejor preparados.

No como ha sucedido en este momento, en el que se ha revelado, incluso en los países más ricos, o quizá más en ellos, las limitaciones, carencias y desigualdades en sociedades cuyos gobiernos pensaban haber resuelto casi todo, desde el sistema sanitario, hasta el económico, el social y el educativo. No ha sido así, y pareciera, subrayo, pareciera, que ante la peor crisis sanitaria de los últimos cien años también se encuentran los peores gobiernos en cien años. No puedo no mencionar al menos a Trump, Bolsonaro, Duterte, Bukele, Maduro, Pedro Sánchez, Putin, Erdogan y otros más, principalmente los populismos de izquierda y de derecha, que revelan la vacuidad de sus premisas a nivel de un discurso que se desmorona ante una realidad cruda y dura como la generada por esta nueva pandemia.

            Así, el reto hoy no es solamente el virus, en sentido científico y sanitario, que desde luego lo es, sino el poder calibrar y discernir claramente nuestros referentes, nuestros valores y nuestros paradigmas como seres humanos del siglo XXI que conducen a los demás niveles de existencia como la cultura, los sistemas económicos, políticos, sociales y educativos, y preguntarnos qué podemos aprender de este fenómeno y qué podemos mejorar para un futuro de mayor igualdad entre seres humanos.

Referencias:

El texto de Boff fue publicado en Religión digital: http://www.religiondigital.org/opinion/consejos-espirituales-Leonardo-Boff-cuarentena-convivencia-dios-meditacion_0_2219178101.html 

El texto de Habermas fue publicado en http://habermas-rawls.blogspot.com/2020/04/interview-with-habermas-in-kolner-stadt.html

 

 

EDUARDO GONZÁLEZ DI PIERRO

Instituto de Investigaciones Filosóficas “Luis Villoro”, UMSNH

Mario Alberto Cortez Rodríguez
Buena reflexión, mi estimado Eduardo. Sólo unos breves comentarios.
1. En México hay muchos fenómenos que nos hacen patente nuestra indigencia y vulnerabilidad de manera constante, como la violencia cobarde y homicida desatada, y otros compartidos con todo el mundo, como el vertiginoso e imparable deterioro ecológico.
2. Dices que el desarrollo tecno-científico de los últimos cincuenta años no ha ido aparejado de un desarrollo moral. Pero, ¿es que alguna vez han ido aparejados?
3. ¿Crees que la situación generada por esta pandemia y que, en tu opinión, ha puesto en cuestión nuestras formas de vida, prioridades y valores, generará algún cambio visible y permanente al terminar la emergencia? ¿Cuál podría ser uno de ellos?
4. Sobre la "hiperinformación", sólo recordar que nos pone en claro que información no es conocimiento.
5. Dices que muchos gobiernos no están a la altura de las circunstancias, pero ¿lo han estado las universidades, los científicos, los comunicadores, las ONG?

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Rosa María De la Torre
Excelente comentario Lalo.
Es un momento de oportunidad para replantearnos nuestros valores y nuestra forma de vida.
Saludos!

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Eduardo González Di Pierro
Gracias, mi estimada Rosa María. Abrazo fraterno.
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