City Buildings Stretch Into The Sky. Fotografía de Calvin Lau via Wunderstock (license), tomada de https://wunderstock.com/photo/city-buildings-stretch-into-the-sky_Vk0FmRHMXTAt
Hace once años, después de la cuarentena por el virus de la influenza A, subtipo H1N1, en la Facultad de Psicología de la Universidad Michoacana nos reunimos algunos docentes y estudiantes para pensar en lo que habíamos pasado; en mi caso, parafraseando a Julia Álvarez en su novela Para Salvar al Mundo, escribí entre otras cosas “¿Y si pasa de nuevo? ¿Qué aprendimos?” Hoy pasó de nuevo, así que recupero lo que en ese momento comentábamos en los aprendizajes de los investigadores y de las instituciones de salud, en las implicaciones para las familias en espacios reducidos, con el calor y la falta de elementos para hacer la vida más confortable.
También comentamos el miedo, las dudas y la desconfianza; de nuestra experiencia sobre lo que implica ser docente o estudiante a distancia, sin posibilidad de retomar las clases presenciales para “explicar, preguntar o interpelar”. Hablamos del confinamiento, de las consecuencias en términos de ansiedad y depresión, de la importancia de la interacción, de las dificultades para algunas empresas, de la crisis económica en la que ya estábamos, entre otros temas.
Al finalizar el evento, más o menos coincidimos en una cosa: en que la tarea de “salvar al mundo” la habíamos logrado. Así que aquí estamos, en cuarentena, obligados por el Covid-19, y nos preguntamos ¿Qué hemos aprendido en estos días? Además de cómo lavarnos las manos y de la letalidad del virus, hemos aprendido que podemos ser vulnerables y que como país tenemos que replantear nuestra forma de vida.
También nos preguntamos ¿Qué aprendizajes tenemos para enfrentar esta nueva cuarentena en relación con los procesos educativos? ¿Qué nos faltó aprender? Si bien sabemos utilizar las nuevas tecnologías en relación al aprendizaje y a la enseñanza, aún resulta insuficiente ese aprendizaje; aunque hemos tratado de transformar la enseñanza y fortalecer el aprendizaje, aún no hemos logrado fomentar el aprendizaje autónomo y asegurar que si volvía a pasar estábamos preparados como instituciones de educación superior; asimismo, nos hemos dado cuenta que es necesario tener un plan para enfrentar las distintas circunstancias que se derivan de un país y una escuela casi en pausa.
Por otro lado, y en tanto ciudadanos, tendríamos que haber aprendido que sin disminuir las desigualdades y lograr que todas y todos accedieran al derecho a la educación y a la salud, no habría modo de enfrentar con éxito ese tipo de contingencias. También que era necesario mejorar el acceso al empleo, las condiciones del mismo y la empleabilidad; la producción alimentaria y nuestra relación con el agua, en fin, tanto fue lo que no hicimos y no aprendimos, que hoy, esta nueva pandemia nos toma por sorpresa, casi en las mismas condiciones.
Además, hay otros aprendizajes que no hemos atendido adecuadamente, por ejemplo, no nos preparamos para disminuir la diabetes. De la información que presenta la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2018, la diabetes se incrementó 10.3% entre 2012 y 2018, lo que guarda relación con el estilo de vida y la dieta, entre otros factores. Por ello, debimos buscar mecanismos para que los centros educativos promovieran la salud y la posibilidad de comer adecuadamente y ejercitarse, incidiendo para que la diabetes y la obesidad no sean hoy un factor que nos vuelve vulnerables.
Tampoco nos preparamos para convivir mejor, para escuchar y ver a las y los otros como nuestros iguales, así que convivir en casa también tendrá complicaciones, porque, ante todo, no hemos logrado transformar los mandatos patriarcales que generan tratos desiguales y con ello también maltrato; y eso impacta en la vida diaria, en las interacciones, en el incremento de la violencia y en las dinámicas entre los géneros.
Entonces, lo que nos vulnera ante la necesidad de abandonar las escuelas y aprender desde casa, no es solo la falta de formación para el uso de las tecnologías, o la pobreza y exclusión de diversos grupos de la población, así como las creencias, las formas de ver al otro, la imposibilidad de leer y escribir y con ello acceder a información y juzgar su veracidad con más elementos; también nos vulnera la falta de previsión, porque el diario acontecer de los centros educativos no facilita planear para este tipo de circunstancias.
Ahora bien, aunque prevalecen condiciones de inequidad y lo poco que nos preparamos para enfrentar contingencias, hoy es posible que algunas niñas y niños y adolescentes de educación básica puedan continuar aprendiendo algo de lo que la escuela les ofrece; a partir del programa de la SEP “Aprende en casa”, es posible que quienes no habían utilizado un dispositivo móvil para escuchar a su profesora, hoy escuchen cómo les explica a sus padres las instrucciones, observen cómo deben tomar fotografías a la tarea para enviar las imágenes. Es posible también que algunos vean la televisión para acercarse a un tema que les presentan, que jueguen y aprendan contenidos relevantes en la computadora.
Pero hay otros para los que esto no sucederá, seguirán esperando que la escuela llegue junto al surco, la ladrillera o el puesto de comida donde trabajan; otros, seguirán esperando que su idioma sea una lengua para enseñar y para aprender, no solo para hablar con sus abuelos. Otros, aunque accedan a la información sobre qué hacer, no podrán hacerlo adecuadamente porque sus padres no podrán acompañarlos en el proceso.
En el caso de la universidad y el bachillerato, la situación puede ser similar a la educación básica en términos de lo que se oferta. Hay algunos contextos donde ya se está preparado; se han hecho convenios, se han diseñado cursos, se tienen plataformas para el trabajo en línea, sin que ello implique necesariamente que se sabe cómo hacer para que el contenido de cada materia esté suficientemente organizado desde una plataforma y que cada estudiante pueda acceder a él y lograr los objetivos de aprendizaje. Lo que sí es claro es la necesidad de tener como punto de partida que es importante ser flexibles y tener claros los objetivos de aprendizaje.
Por otro lado, a pesar de los avances en algunos contextos en la educación superior y media superior, los estudiantes de estos niveles también viven en condiciones de pobreza y son parte de familias donde no se tienen equipos de cómputo para que trabaje cada miembro de la familia; o ninguna computadora, o acceso a alguna red de calidad. Si bien más del 52% de los hogares en México tiene acceso a Internet y casi 45% de las familias tiene una computadora en casa (INEGI, 2019), es importante considerar que algunos solo pueden ocasionalmente revisar su correo electrónico o preguntarle a algún amigo qué se trabajó en clase o cuál es la tarea.
Con todo lo anterior, ¿qué es posible aprender para salvarnos?: retomar lo que no hicimos, reconsiderar lo que está pendiente; y cuando todo pase, después de valorar los cambios y encontrar mecanismos para la reconstrucción de la vida en casa, en el campo, en el vecindario, en los centros de trabajo, en los mercados y en las escuelas, tendremos que organizarnos para propiciar cambios a mediano y largo plazo. Formarnos y formar a los estudiantes para aprender entre pares, para aprender de manera autónoma, para convivir con la diversidad, para sentirnos mejor con nuestra actividad como docentes y fortalecer en los estudiantes el interés por aprender, compartir y cuidarse; ante todo, estar en condiciones de ser creativos, imaginar y tener esperanza.
Así pues, la pregunta no debería ser ¿qué aprendimos?, se trata de responder ¿qué estamos aprendiendo?, para que no nos pase nuevamente y podamos, al mismo tiempo que logramos cubrir contenidos de cada materia en cada nivel educativo, contribuir a construir ciudadanía y así, salvar al mundo, al menos, nuestro mundo.
Para revisar:
https://www.aprendeencasa.mx/aprende-en-casa/acceso.html
https://recursosdigitales.anuies.mx/recursos-academicos-digitales/
https://recursosdigitales.anuies.mx/ciberseguridad-para-la-educacion-en-linea2/
https://www.inegi.org.mx/temas/ticshogares/
https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2018/violencia2018_Nal.pdf
https://elcultural.com/Para-salvar-el-mundo
Álvarez, Julia (2006). Para salvar el mundo. México: Alfaguara.
ANA MARÍA MÉNDEZ PUGA
Facultad de Psicología
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Muchas felicidades Doctora Ana Méndez.
Saludos