Human eye. Fotografía de Alex Wigan vía Wunderstock, tomada de: https://wunderstock.com/photo/human-eye_lh1gDJByIDwe
Ante una crisis como el Covid-19, originada en China, puede ser pertinente recordar precisamente que la palabra crisis, en chino, está formada por dos caracteres: “危机” (Wei Ji). El primero es “Wei”, que significa peligro y el segundo, “Ji”, que significa oportunidad. La situación de confinamiento causada por el Covid-19 es un peligro debido a que supone un riesgo de salud indiscutible y tiene graves consecuencias económicas, lo cual puede favorecer la emergencia de estrés y por ello trastornos de ansiedad y del estado de ánimo. De igual forma, la misma situación puede concebirse como una oportunidad para desarrollar competencias, modificar perspectivas e incluso realizar un crecimiento personal.
A finales del siglo pasado se acuñó el término crecimiento postraumático, fenómeno que alude a los cambios psicológicos positivos observados después de estar expuesto a experiencias potencialmente traumáticas como un accidente de tráfico, un terremoto o una pandemia. Según Tadeschi y Calhoun (los autores que describieron el fenómeno), estos cambios positivos se observan en 5 áreas: 1) incremento en la apreciación de la vida en general, 2) mayor significado en las relaciones interpersonales, 3) un aumento en el sentido de la fortaleza personal, 4) cambio de prioridades u objetivos en la vida, 5) enriquecimiento en la vida espiritual y existencial.
La apreciación por la vida se refiere a un cambio en la forma de valorar la vida. La experiencia potencialmente traumática puede fomentar la idea de que la vida es finita, limitada y además puede terminar en cualquier momento, lo cual puede generar un gran temor; sin embargo, el crecimiento se da cuando la persona lo percibe en forma positiva, es decir, piensa cosas como: “tengo la gran suerte de poseer una vida”, por lo tanto “debo aprovecharla al máximo”. De hecho, se puede observar una aparente paradoja, ya que el ser consciente de la propia muerte puede incrementar el valor de la vida. Sucede algo parecido cuando uno está frente una enorme bandeja con guacamole, el cual puede ser muy sabroso, pero siempre a uno le parecerá más sabroso si del mismo guacamole se le sirve un plato pequeño.
El mayor significado en las relaciones interpersonales se refiere a que las personas que lo experimentan conciben las relaciones personales de diferente manera, valoran especialmente las relaciones estrechas, de confianza e intimidad, por lo que tienden a afrontar las nuevas relaciones con dicha predisposición. Priorizan la comunicación sincera, afectiva y comprometida; sin embargo, ante personas que detectan que es difícil o imposible establecer relaciones de calidad, mantienen relaciones cordiales e invierten el menor tiempo posible. Una de las consecuencias más notables es que adquieren habilidades de escucha y de empatía que se ponen de manifiesto en las relaciones interpersonales de “calidad”.
El aumento en el sentido de la fortaleza personal alude a que algunas personas, después de vivir o de sobrevivir a la experiencia potencialmente traumática, afirman sentirse más fuertes para enfrentar cualquier adversidad, sin dejar de ser conscientes de su vulnerabilidad (cuando no hay consciencia de vulnerabilidad puede ser un síntoma de algún trastorno mental y debe consultarse a un especialista). Quizás el aspecto más importante del sentimiento de fortaleza es que la persona se siente menos vulnerable debido a que los comentarios u opiniones de terceros (especialmente de aquellos con los que establece relaciones cordiales de baja calidad) no le dañan o en un grado muy bajo.
Respecto al cambio de prioridades u objetivos en la vida, la invulnerabilidad descrita anteriormente tiene que ver con las prioridades, ya que pasan a segundo término aspectos que para mucha gente son relevantes como la imagen externa y/u opinión que los demás tienen de uno. También suele observarse un cambio notable, ya que se reduce de forma significativa la importancia atribuida a la acumulación de bienes, al consumo de servicios, etcétera. Por otro lado, las personas empiezan a priorizar otros aspectos, como el tiempo destinado con las personas queridas, a saborear las comidas y bebidas, a disfrutar de un buen paisaje, de hobbies o aficiones que estaban casi olvidadas. También es frecuente en el crecimiento postraumático clarificar, identificar o proponerse objetivos a cumplir en la vida, por ejemplo, aprender un idioma, realizar algún viaje o escribir un libro. Otras personas, después de la experiencia con potencial traumático, se hacen conscientes de lo que quieren hacer con ella a nivel de rol, es decir, pueden proponerse ser un buen padre/madre, hijo/a, amigo/a, profesional, etcétera: en definitiva, una mejor persona desde los nuevos valores.
En cuanto al enriquecimiento en la vida espiritual y existencial, algunas experimentan un cambio más profundo, ya que se sitúan en el mundo de una nueva manera, muchas veces de forma holística (es decir, contemplando todos los aspectos a la vez), se conciben como parte de algo mucho mayor. Lo cual es experimentado de forma positiva y agradable, puede derivarse de una creencia religiosa o también desde una perspectiva agnóstica o atea.
Finalmente, se ha sugerido que las personas que experimentan crecimiento postraumático experimentan un desarrollo de la sabiduría. De modo que algunos manifiestan una especial habilidad para tolerar la incertidumbre, ponderar lo que se conoce y no de la vida, mayor capacidad para aceptar las paradojas de la vida y tener una mayor apertura y aceptación a las preguntas fundamentales de la existencia humana.
De modo que esta pandemia es una situación clara de crisis, por ello, podemos concebir la situación como una gran oportunidad para experimentar un crecimiento personal. Tampoco no es algo que uno pueda elegir en una casilla: sufrir las consecuencias del peligro y/o aprovechar la oportunidad. Pero ser consciente de que las personas podemos experimentar un crecimiento ante los eventos potencialmente traumáticos, creo que puede fomentar una actitud positiva y favorecer así la posibilidad de crecer durante y después de la experiencia del Covid-19.
Alguna persona durante o al finalizar la pandemia puede expresar sin temor algo como “gracias al Covid-19 soy mejor persona”. Obviamente, la persona será consciente que la contingencia ha tenido consecuencias muy negativas, puede haber contraído el virus y haber sobrevivido a un grave estado de salud, puede haber sufrido pérdidas significativas (muerte de algún ser querido), así como padecer importantes repercusiones económicas o materiales. Así que desearía que jamás hubiera sucedido la pandemia, pero al mismo tiempo reconocerá que gracias al Covid-19 se transformó en una mejor persona.
FERRAN PADRÓS BLÁZQUEZ
Facultad de Psicología
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
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