Un espacio vital de interacción: el teatro

Escrito por CLAUDIA FRAGOSO SUSUNAGA. Facultad Popular de Bellas Artes, UMSNH
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Fotografía de onkelglocke vía Pixabay tomada de: https://pixabay.com/photos/cinema-curtain-theater-film-4609877/

Se ha hablado mucho del arte en esta época de contingencia y resguardo domiciliario, provocado por la pandemia del COVID-19. Se ha contemplado a las artes, principalmente, como un espacio de entretenimiento y distracción: museos, bibliotecas, conciertos, plataformas de películas disponibles para ser apreciados vía internet, incluso se abrieron múltiples convocatorias para los diversos creadores para que propusieran proyectos realizados en casa creativamente y ser compartidos en línea. Han surgido tal cantidad de propuestas que ahora nos falta tiempo para acceder a todas las posibilidades de disfrutar actividades artísticas y de entretenimiento.

Pero qué pasa con las artes como el teatro, por ejemplo, que se caracteriza por ser una actividad colectiva, un espacio de convivio. Desde el hacer: el habla, el contacto físico, la acción con el otro. Desde el espectador: el estar, las emociones compartidas, la presencia en un lugar especifico para ser partícipe de una obra de teatro, que implica disposición anímica.

Además de lo humanamente perceptible mencionado arriba, recordemos que las artes y el teatro han formado parte históricamente de la expresión y manifestación sociopolítica de las culturas, en las que se cuestionaba o criticaba el contexto social; eran voceros de la situación política, pero ahora se han diluido en hacer de la práctica artística una práctica social, cómo señala Jaques Rancière, justamente como una de las formas de presentarse el arte político, en dónde el arte se diluye ante la vida social, en la cotidianeidad, prescindiendo de la representación por la inmediatez, desinstitucionalizando al arte.  

En esta concepción, los ciudadanos adquirían una posición para expresarse artísticamente con una intención política. Parafraseando lo anterior, hoy por hoy es reconocible esa inmediatez, en la cual el teatro o las prácticas escénicas pierden su carácter esencial de interacción en vivo y presencial, pierden su particularidad de reflejar la realidad a favor de la participación en línea, a distancia, pero sobre todo pierden su posicionamiento crítico y político, en el sentido participativo de los ciudadanos en sociedad. La validez de lo teatral en una sociedad, más allá de sus implicaciones de divertimento, se manifiestan en presencia, siendo la esencia del teatro.

Cuando hablamos de “presenciar teatro”, nos referimos a un acontecimiento en el que la experiencia del aquí y ahora del fenómeno escénico es la clave de esa disciplina, y aunque muchas actividades escénicas se han estado presentando por diversos medios electrónicos, la verdad es que no podemos afirmar de ninguna manera que eso es la experiencia teatral y que esas formas emergentes suplen las producciones pensadas para la cámara: ver teatro a través de una pantalla es fingir más allá de la ficción que implica la misma actividad escénica.

Esta experiencia, desde el lugar del espectador, ese gran ausente que reclamamos cada día durante nuestras temporadas, en estos tiempos de pandemia tendrá una mirada modificada ante lo teatral; los planos son alterados, puesto que en la sala teatral abarca el todo, en casa solo verá lo permitido, lo que la cámara encuadra, sumado a esto la posibilidad de pausar, de ir al baño, preparase un sándwich, realizándose así un consumo provisional y masivo, que seguramente cuestionará su gusto por lo teatral, toda vez que, insisto, ese fenómeno visto en el resguardo domiciliario no es teatro.

Desde el profesional que ha decidido dedicar su vida a ser actor, dramaturgo, escenógrafo, en fin, a la actividad teatral, lo que enfrenta está lleno de incertidumbre, comenzando porque en sus primeras lecciones le enseñaron que como, actividad artística, la base en el teatro es el colectivo, es algo que se realiza en equipo, unidos para un objetivo común, incluso aquellas obras en las que uno sólo estuviese sobre la escena. Ahora no puede ensayar, dar función, grabar aquel que hace cine o televisión, porque sumado al trabajo conjunto está el hecho de los traslados de una actividad a otra, lo que le permite subsistir con la escasa ganancia que vivir del teatro implica. Ahora ni eso, ya que, si no haces nada, si no das función nadie paga. Ahora tendrá la conciencia de un montón de espectadores cautivos, pero sin retribución económica.

Los jóvenes que cursan una carrera en Teatro o Artes Escénicas están redimensionando dicha incertidumbre, en busca de darle sentido a sus estudios profesionales; tendrán que entender que la actuación, el trabajo del actor, puede ser en esos formatos y que las implicaciones son diferentes; el video teatro no existe, son escenas y actuaciones a distancia, para gestionar el presente.

Hay que ser consciente que la contingencia sanitaria nos demanda nuevas formas expresivas, quizá habrá que idearlas, pero sin olvidar que el teatro es una forma de pensar el mundo, no un formato; el teatro siempre está capturando la realidad y transformándola, el teatro se redefine en tiempos de crisis, como la que vivimos.

Aún no sabemos qué va a pasar, como será la nueva realidad de convivencia, por lo que de momento habrá que agradecer las opciones de entretenimiento. Está bien la posibilidad de ver algunas actividades a través del internet, se podrá archivar, recordar, acceder a lo no visto; pero la experiencia teatral nos lleva en lo cotidiano de estar, convivir, dialogar, el sentir pulsiones, respiraciones, el manejo de emociones, hasta el simple hecho de acordar solo o con amigos ir a un espacio escénico, a un teatro, a una sala, como parte de una serie de acciones de estar y departir con el otro. El teatro es un acontecimiento entre personas que nos cuenta historias, preocupaciones, situaciones de la realidad y que es insustituible por su naturaleza experiencial.


 

CLAUDIA FRAGOSO SUSUNAGA

Facultad Popular de Bellas Artes

Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

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