La inteligencia no está relacionada con el tamaño ni con el peso del cerebro sino con otras características y por ello la conducta entre animales y seres humanos es distinta, especialmente en todo lo relacionado con el razonamiento, expresó Manuel López Rodríguez, durante su conferencia denominada “El cerebro de los animales y su conducta”, como parte de las actividades de la Semana Internacional del Cerebro.
Ante cientos de personas, López Rodríguez, responsable del Laboratorio de Histología de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, explicó que existen animales que tienen el cerebro más grande que el ser humano, como el cachalote (7.8 kilos), el elefante (4.7 kilos) o la ballena gris (4.3 kilos), frente al kilo y medio que pesa en promedio el de los seres humanos. Incluso, a guisa de ejemplo, dijo que el cerebro del científico Albert Einstein pesaba 1.2 kilogramos, es decir, menos del peso promedio.
Explicó que existen características especiales del cerebro, como las áreas encefálicas o el sistema límbico, que representan diferencias sustanciales entre las especies animales de mamíferos, aves, reptiles, peces pulmonados, entre otros que significan cambios importantes en el comportamiento.
No obstante, aunque destacó que algunas especies han mostrado una amplia capacidad para aprender ciertas conductas y adaptarse a su entorno, existen amplias diferencias con los seres humanos, entre los que destacó: La falta de intencionalidad en sus actos, la incapacidad de hacer planes y desarrollar nuevas técnicas o modificar su medio ambiente a conveniencia y, quizá las más importantes, la incapacidad de razonar e imaginar el futuro.
Por ello y a pregunta expresa, López Rodríguez consideró que más que reconocerles derechos, a los animales hay que garantizarles su bienestar.
“Creo que lo que debemos buscar, más que derechos, es el bienestar animal, entendido como, entre comillas, el derecho que tienen los animales a cubrir sus necesidades básicas, tener alimento, comida, un habitad adecuado, etcétera”.
Opinó que fundamentar los argumentos para dotar a los animales de derechos en su capacidad de sentir dolor o de mostrar capacidad de adaptación dejaría muchas especies en desventaja frente a otras y por ello se pronunció porque los esfuerzos por protegerlos y evitar su sufrimiento se sustenten en el bienestar en general.
El interés por estudiar a los animales de forma científica y conocer sus características viene desde hace miles de años, como lo muestran obras de Aristóteles (Historia de los animales, Las partes de los animales, El movimiento de los animales) por lo que es una tarea en constante evolución.