A partir de diversos datos macroeconómicos que han venido surgiendo a lo largo de los días del gran confinamiento, se puede señalar que la situación económica que se vivirá en los próximos meses y años, será una que la humanidad nunca antes había experimentado.
Dijo Schelling, “siniestro es aquello que, debiendo permanecer oculto, se ha revelado”. La palabra alemana que es traducida como “siniestro” es Unheimliche. Parecería ser lo contrario de Heimlich (familiar, conocido, íntimo), pero no es tan fácil. Ya Sigmund Freud estudió (en un ensayo que lleva por nombre, precisamente, Das Unheimliche, 1919) las peculiaridades de esta palabra; para abreviar, es una palabra ambivalente, que reúne dos nubes semánticas: una tiene que ver con lo hogareño y acogedor, la otra, se extiende desde esa primera a través de lo íntimo hasta lo que es secreto y oculto. “De algún modo, unheimlich es una variedad de heimlich” (Freud). Dicho de otra forma, lo ominoso (prefiero esta palabra que siniestro) emerge en nuestra vida no desde lo más extraño sino desde lo que nos es familiar.
Hace un par de semanas salió un artículo en el periódico The New York Times sobre una investigación que relacionaba el lugar en donde se sentaban los comensales en un restaurante y sus probabilidades de contagiarse del coronovirus. No es muy sorprendente lo que el estudio reveló: el riesgo era menor en los lugares mejor ventilados donde el aire, a su paso, se lleva el virus.